Cómo leer el fútbol - Reseña crítica - Ruud Gullit
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Cómo leer el fútbol - reseña crítica

Cómo leer el fútbol Reseña crítica Comienza tu prueba gratuita
Deportes

Este microlibro es un resumen / crítica original basada en el libro: How to watch football

Disponible para: Lectura online, lectura en nuestras apps para iPhone/Android y envío por PDF/EPUB/MOBI a Amazon Kindle.

ISBN: 9788494506499

Editorial: Córner

Reseña crítica

Desde su inmejorable perspectiva como jugador, entrenador y comentarista, la leyenda del fútbol holandés nos enseña cómo observar correctamente un partido de fútbol durante noventa minutos, desde las formaciones iniciales y las decisiones tácticas hasta las cualidades individuales de cada jugador. ¡Vamos!

Cómo analizar un partido

Cuando analizas un partido, seguramente lo haces como espectador. Es algo natural, pero ahí es donde radica la diferencia entre ver un partido y mirar la pelota.

Primero, fijate en el diseño de las dos formaciones. Esta información nos dice al instante cuáles son las intenciones de sus entrenadores y cómo pretenden hacerle daño al rival. 

Luego, cuando empieza el partido, comprueba si el equipo logra ejecutar su plan de juego y observa cómo se anticipa el rival. A través del esquema de juego puede saberse cuál es el que será capaz de obtener una ventaja mediante su formación y sus tácticas.

Cualquiera puede ver los errores, pero la cuestión es saber por qué se producen. Muchas veces la culpa no es de quien comete el error, como el último defensa o el portero, sino que empieza muy atrás.

Si no hay forma de obtener la victoria jugando ofensivamente, existen otras armas para compensar la diferencia de talento, como las tácticas y la fortaleza física y mental. Lo que importa es ganar.

Las tácticas sirven para responder ante las características específicas de quienes determinan el juego, tanto si son del propio equipo como del contrario.

Igualmente, a veces la solución no está en la técnica ni en las tácticas o estrategias, sino en darlo todo. A los puristas del fútbol no les gusta oírlo, pero, si no eres el mejor en términos absolutos, esa puede ser la única manera de ganar un partido crucial.

El entrenamiento

El autor y Peter Houtman pasaban horas practicando centros y remates. Houtman ensayaba el remate; Ruud, los pases. Siempre lo hacían a máxima velocidad, al cien por cien, mientras que la mayoría de los jugadores entrenan al sesenta por ciento más o menos.

Ruud corría a zancadas largas, por lo que tenía que calcular la velocidad al milímetro. No podía permitirse un pequeño regate a medio camino. Además, su físico creaba otro problema cuando había poco espacio: no podía corregir la zancada con otro paso rápido, como hacen los jugadores más bajos. Por lo tanto, la coordinación era primordial.

En los entrenamientos, Ruud trataba de descubrir cuál era la mejor manera de tirar, con qué parte del pie darle a la pelota. Así descubrió que golpear con el empeine era el método más eficaz, y que de hecho elevaba el balón. También tuvo que aprender a aplicar la fuerza adecuada. Si le daba demasiado fuerte, el balón pasaba por encima de todos y de todo. Si no tenía la potencia suficiente, no podía controlar dónde iría el pase.

Es una línea muy fina, pero con la práctica no se tarda en mejorar. En poco tiempo fue capaz de lanzar centros a Houtman con los ojos cerrados: los ejecutaba a la perfección. Y a toda velocidad.

Cuando haces un pase cruzado, tienes que anticipar cómo va a recibirlo tu compañero. Es necesario practicar estas jugadas en detalle con el delantero, porque deben ser automáticas. Por lo tanto, si el delantero amaga hacia el poste más cercano, tienes que lanzar el pase hacia el lado contrario, y viceversa.

Ambos tienen que saber qué va a hacer el otro, porque un centro hacia el primer poste requiere un toque distinto al que requiere uno al segundo. El primero sería más cerrado y bajo, mientras que el segundo exigiría más potencia y un poco más de altura.

A menudo, habrá dos centrales altos en medio, así que el balón tendrá que pasar por encima de sus cabezas. Los delanteros hacen amagos para deshacerse de los rivales que los marcan. Si te quedas quieto o corres hacia el poste más próximo sin amagar, se lo pones muy fácil a los marcadores.

Es el delantero quien tiene que hacer dudar al defensa, engañando al rival pero sin sorprender a sus compañeros de equipo. Llega un momento en el que no es necesario discutir estas cosas, pues suceden de manera automática.

Los marcadores saben que la estrategia está a punto de producirse, y aun así salen corriendo en la dirección equivocada. La explicación es muy sencilla: cuando corres hacia atrás tienes menos control sobre tu cuerpo y pierdes el equilibrio ante el más mínimo giro o vuelta. Por el contrario, cuando corres hacia delante cuentas con mucho más control, y cuando tienes el balón, eres quien marca el ritmo.

Como defensa puedes leer los pensamientos del delantero, mientras que como delantero entiendes la manera de pensar del defensa.

Algunos consejos

La regla número 1 es no perder nunca la posesión por el centro al preparar el ataque. Es algo que sucede muy a menudo, incluso al más alto nivel: pases triangulares entre dos defensas y el portero. Es una irresponsabilidad porque resulta demasiado arriesgado.

¿Qué se puede hacer cuando todos los jugadores están sometidos a un extremo marcaje? Devolver el balón al guardameta, quien lo mandará de vuelta a un lado para que los delanteros se peleen por la posesión.

Otra regla sumamente importante es no dejar nunca que el contrario ataque desde el centro. Esto empieza con los delanteros. Tienen que forzar al rival a atacar por el extremo, porque así se tiene más posibilidades de bloquear a un jugador y recuperar la posesión utilizando la línea de banda como si fuera otro defensa.

Por el centro, en el medio campo, eres más vulnerable y resulta más fácil que te hagan flaquear; después de todo, el rival puede moverse hacia izquierda o derecha, o simplemente seguir hacia delante.

Ahí es donde el entrenador desempeña un papel fundamental. Sea cual sea el sistema de juego, la función del entrenador consiste en hallar una solución a este problema.

Quedarse quieto tras un ataque resulta letal para un equipo. Algunos jugadores agachan la cabeza de vergüenza después de fallar una ocasión, y retroceden. En vez de eso, lo que hay que hacer es mirar hacia arriba y volver corriendo a tu posición, porque si no, el portero lanzará la pelota por encima de tu cabeza hacia la derecha o a la izquierda, y el contrario tendrá todo el tiempo del mundo para iniciar un contraataque.

Con una férrea defensa, fuerzas a tus rivales a jugar por la banda; los obligas a elaborar los ataques desde su defensa derecha o izquierda. Así, cuando pasan la pelota al mediocampo, los diez estarán listos para saltar y recuperar la posesión.

Cuanto antes recuperes la posesión, más cerca estarás de la portería y menos distancia necesitarás para concretar la jugada.

Además de una defensa organizada, hace falta un concepto de plan de ataque. Este plan debe incluir mucho espacio para que los jugadores puedan emplear su intuición, en especial los delanteros. No se puede depender siempre de movimientos preparados. Todo el mundo los conoce.

Aquí aparece la importancia de la creatividad: los jugadores intuitivos son capaces de atravesar estos esquemas establecidos con movimientos creativos e inesperados.

Las tácticas son un arma en tu plan de juego. Sin embargo, es necesario tener un sistema que se ajuste a tus jugadores y que les resulte tan natural como su propia piel, que esté hecho a la medida de sus cualidades particulares.

Las tácticas también deben tener en cuenta las cualidades que aporta el otro equipo al partido. Ignorar esto es sobrestimar tus habilidades y subestimar al rival. No hay nada sagrado, ni un único sistema: son los jugadores quienes marcan la diferencia.

La influencia de un entrenador

Hay que situar a los jugadores en función de sus cualidades. Como entrenador puedes dirigir a los futbolistas, pero depende de ellos trabajar en equipo. Para construir un equipo hay que empezar consiguiendo tener un eje: del guardameta al delantero.

Aislarse de los demás puede ser complicado para un entrenador. Todo el mundo quiere influir en ti, dentro del club y fuera de él. La mayoría de las conversaciones giran en torno a la organización del equipo y las tácticas, pero también es habitual sugerir fichajes.

Cuando un club empieza a fichar a jugadores que no aportan nada al equipo, suele ser un signo claro de una cosa: que en ese barco hay más de un capitán, y todos quieren su parte del pastel.

Cuando eres entrenador, puede resultar difícil estar al tanto de estos procesos, porque es posible que te quedes poco tiempo en el club, y porque al principio las líneas de comunicación internas y externas son totalmente impenetrables.

Solo es posible llegar a influir en la organización cuando tienes la oportunidad de disfrutar de una continuidad a largo plazo, como sir Alex Ferguson en el Manchester United o Arsène Wenger en el Arsenal.

La suerte es un ingrediente crucial para la supervivencia de cualquier entrenador en un club. Muchas veces, ni siquiera los mejores entrenadores pueden permitirse el lujo de ser quisquillosos, porque no siempre tienen elección.

El futuro del técnico de un club está en manos de la junta directiva. La cuestión está en saber si esta tendrá la paciencia necesaria para esperar hasta que se produzcan los resultados deseados.

El ambiente que hay en el vestuario durante el descanso depende en gran medida de cómo haya ido el primer tiempo. Los comentarios del entrenador también. A menudo hay cuestiones tácticas que considerar, posibles sustituciones que discutir y hacer, y en ocasiones el técnico hace un poco de teatro, en función de si se han cumplido las expectativas sobre la actuación de los jugadores, la puntuación del primer tiempo y los esfuerzos realizados.

Abundan las historias legendarias, muchas de ellas acerca de entrenadores cabreados que dan patadas a las puertas, etc. Los entrenadores que montan esas escenas se arriesgan a que se empiece a hablar de su fecha de caducidad.

El primer arranque de ira produce cierta impresión, pero el efecto no tarda en esfumarse. Además, los entrenadores gruñones resultan un poco cómicos. Hay que tener mucho cuidado con lo que se hace durante el descanso.

Elementos a tener en cuenta

Identificar causas y efectos es lo que marcará la diferencia. Puede parecer que el culpable es el jugador al que le roban la pelota en una entrada, pero en realidad el verdadero error no suele ser suyo.

No se puede juzgar si un jugador está en plena forma o no por su expresión o actitud, tanto si encoge los hombros como si arrastra los pies por el campo. Esa clase de cosas son demasiado generales para someterlas a interpretación.

Hay que centrarse en los aspectos futbolísticos, los que cualquiera puede ver, pero a los que no todos prestan atención. ¿Su primer toque es bueno o malo? ¿Se ofrece a recibir el balón? ¿Duda acerca de su próximo movimiento? ¿Está preparado para adelantar o evitar correr riesgos? ¿Tiene que tocar el balón por segunda vez para colocarlo donde quiere, o recibe, juega y sigue adelante?

Los jugadores que no se implican de verdad en el partido se vuelven cada vez más inseguros y tienden a perder el balón innecesariamente o se limitan a evitar el contacto.

Lo más importante es crear oportunidades de gol y marcar. Lo mejor que puedes hacer para ganar es atacar lo antes posible.

Lo puedes hacer con jugadores que sepan maniobrar entre líneas, entre la defensa y el centro del campo, y entre el centro del campo y el ataque, y que estén disponibles para recibir el balón al mismo tiempo que otro se adentra para cortar la defensa.

Un defensa no puede depositar toda su atención en el balón: debe tener el otro ojo puesto en los demás jugadores que se aproximen. Los mejores defensores están en contacto directo con el rival: no deben derribarlo con una falta, pero siempre hay que tener contacto físico para saber dónde está.

Un equipo es como un mecanismo, y si uno de sus elementos falla, el mecanismo se traba. Si tomas las medidas oportunas, puede que resuelvas el problema; en ese caso, todo cambia después del descanso.

Ten en cuenta el hecho de que los jugadores no son robots, a pesar de que se les juzga como si lo fueran. Esto suele manifestarse en su manera distinta de jugar durante el primer y el segundo tiempo.

Notas finales

La técnica debería ser la prioridad de todo jugador. El conocimiento táctico de los diversos sistemas se adquiere poniéndolos en práctica. Aprendes a adaptarte. El desarrollo técnico debe ser fundamental para los jugadores individuales, desde el mismo momento en que empiezan a jugar.

Por eso, hay que dejar que los pequeños entre seis y doce años empiecen solos, que prueben cosas y que aprendan. De vez en cuando, se les puede hacer algún comentario, darles ciertos consejos o indicaciones individuales.

Como entrenador, nunca dejes de buscar nuevas maneras de sorprender al rival y aprovecharte de sus debilidades al tiempo que destacas tus propios puntos fuertes.

No obstante, la eficacia de las tácticas dependerá muchas veces de la reacción del entrenador rival. Si el equipo contrario consigue sorprenderte, deberás evaluar la situación a la velocidad del rayo.

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¿Quién escribió el libro?

Nacido en Ámsterdam el 1 de septiembre de 1962, es un exfutbolista y entrenador holandés. Es considerado uno de los mejores futbolistas del mundo de los años ochenta y principios de los noventa. En 1987 fue galardo... (Lea mas)

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